Es cuando estoy haciendo música que me siento como nadie. ¿Por qué? De pronto es por el proceso de auto crítica y crecimiento que viene con cada proyecto, o tal vez porque el mundo exterior simplemente desaparece y me sumerjo en una historia que está siendo contada por una música que aún debe ser compuesta... ¡ah! las historias... las películas... son una pasión, una obsesión, un universo, un mundo del que jamás me canso. “¿Cómo puedo elevar esta pieza de arte a través del sonido o la música?”, es una pregunta que disfruto mucho hacerme cada día.
Mientras intento navegar las virtudes y dolencias de ser una persona con múltiples intereses (cine, series, videojuegos, música, guitarra, idiomas, ingeniería de sonido, computadores, animalismo, estilo de vida basado en plantas, artes marciales, y más...) trato de llevar mi vida
como un viaje de crecimiento personal a través las lecciones de humildad que son las colaboraciones -o incluso simples conversaciones- con otras personas. Mis experiencias como hijo, estudiante, amigo, docente, cuidador, artista, empleado, pareja, y emprendedor, me han convencido de que una manera más enriquecedora -o menos dolorosa- de deambular por la vida es valorando los procesos más que los resultados, en un constante aprendizaje y autodescubrimiento que traiga plenitud y realización.